miércoles, 6 de febrero de 2013





Hoy os traigo una especie de entrega de Divagaciones Baratas en formato píldora sobre una cuestión que me asaltó el otro día.

La escobilla. Menudo pedazo de invento ¿eh?. De verdad pienso en la escobilla del váter como una de las pequeñas grandes creaciones de la humanidad. Una sencilla herramienta que más de una vez nos ha librado de algún que otro marrón (nunca mejor dicho), y si no me creéis imaginaos un mundo sin ellas y veréis todo el bien que ha hecho por el ser humano en materia de higiene.

Sin embargo no está del todo claro quien fue el inventor de tan preciada herramienta (seguramente sea español ya que como todos sabéis nuestras grandes creaciones se basan en poner palos a cosas ya existentes...), y eso plantea una cuestión mucho más grande que me ha llevado a cuestionarme y profundizar sobre el precio del éxito. Me explico:

Todo invento por lo general surge para cubrir una necesidad, un individuo mediante su experiencia percibe un problema al que acaba por darle solución. En este caso (la escobilla) se da con un producto redondo; una herramienta simple pero eficaz cuya patente seguramente genere millones y millones (y si no pensar en todas las escobillas que hacen falta para cubrir los wc's del mundo).

Sin embargo este invento esconde una oscura cláusula secreta, un precio "moral" que has de pagar por todo el reconocimiento y el beneficio económico que la creación conlleva. Habrás creado un bien universal pero la gente cuando te vea solo se imaginará los magnos rastros de mierda que dejas esparcidos por el váter, pensarán que engendras unas monstruosas deposiciones inhumanas, y da igual que todo el mundo cague y todo el mundo termine por necesitar de tu obra, que la fama de cagón te la quedarás tu y solo tu. Serás el cagón primigenio.

Y ahí radica la grandeza de la escobilla, un objeto muy simple pero a su vez muy útil ensombrecido por una carga igual de simple pero enormemente pesada. ¿Creas éste diamante en bruto y reniegas de la fortuna que generará quedando en un absoluto anonimato o pasas a la historia como el inventor cagón? ¿Cual es finalmente el precio del éxito?

"Menuda mierda" pensaría su inventor ante tal dilema; y es que toda creación conlleva una gran responsabilidad...